En diciembre de 2005 una amiga muy querida me preguntó cual sería mi petición si ella fuera Santa Claus. En respuesta a esa ingenua pregunta, mi mente torcida concibió una breve fábula que Doktor Faust encontró por accidente entre mis papeles hace un par de días. De inmediato el viejo maestro me sugirió que la publicara, pues le pareció divertida, y es por eso que lo hago, al tiempo que le envío un cariñoso saludo en dondequiera que se encuentre a la amable dama que la inspiró.
La promesa, la ilusión, el alegre despertar la mañana de navidad en busca de los esperados dones; el milagro feliz de las navidades que se torna desvarío de amor, pagana fiesta de los sentidos, embriaguez impía de la imaginacion sin freno bajo el influjo de la venus de rojo y blanco ataviada; la que -merced a una precipitación castálida- sobre carruaje de pegasos -no renos- navega el orbe para rebosar de anhelos el pecho de sus devotos.Del oriente lejano, de Lecumberri, de Neza y el Peñón de los Baños, vienen los magos. Los legendarios Reyes Guarros. Su misión es la de poner todo su conocimiento al servicio de las artes adivinatorias, para así regalar al mundo con sus esperadas predicciones, las cuales cada año dan forma al destino de los hijos de los hombres, tanto aquellos que cargan con el peso del poder y la fama, como del vecino, o el conocido. Vickyclaus también enuncia predicciones anuales, las cuales son aún más precisas, contundentes e insondables que las de los mismo Reyes Guarros, y sin embargo ahora ha decidido ofrecerles algo más: la oportunidad de hacer una petición, de solicitar un don.La sorpresa de los monarcas adivinos es enorme. ¿Cuál, entre todos sus deseos y anhelos, será el que soliciten a Vickyclaus?En su turbación, el más pequeño de los adivinos busca la soledad para meditar. Se encuentra caminando en una playa lejana, en la que las olas rompen con pausada dulzura. Nunca en su vida había visto un mar así, que hablara con fuerza y a la vez con nostálgia, con un deseo de conquista y victoria resonando en cada golpe de marea. A su alrededor le parece ver que danzan mujeres muy hermosas, en las que el Rey Guarro puede reconocer algunas de las doncellas que lo han amado, y luego lo olvidaron, haciéndole sentir una delicada ternura por lo primero, y vergüenza infinita por lo segundo, todo en el mismo momento de atroz lucidez que aquellos que sueñan despiertos tienen a veces, y de los cuales solamente queda la sensación de abismo al volver a la realidad. Cuando todo es confusión, aparece un rayo de luz en el horizonte, y sobre las aguas camina Vickyclaus, vestida con su toga doctoral, hermosa hasta la desesperación y en su mirada el brillo del deseo y la seducción. El pequeño Rey se deja caer a la arena, arrebatado por la apasionada visión, y pierde el conocimiento, o el recuerdo de sí mismo, al ver que Vickyclaus se detiene frente a él y se despoja de su toga, la cual se transforma, en sus últimos instantes de conciencia, en una cómoda y espaciosa tienda beduina.Al despertar, el Rey se encuentra todavía en la tienda, en una enorme y mullida cama cubierta de los más finos linos egipcios, con sábanas de seda natural de las montañas de Okinawa, y almohadas tejidas por las expertas manos de las hijas del Marahjá de Palmyra. Junto a él descubre con asombro, apenas asomando de entre las cobijas, el rostro durmiente de Vickyclaus, su delicioso hombro desnudo que cruza en un tenue movimiento la sonrisa de profunda satisfacción y saciedad que ilumina su boca, boca que es rosa de placer, y roja de tanto besar. El Rey guarro no siente deseo, sino ternura indescriptible, y descubre que también él se halla profundamente satisfecho, cansado, ahito de amor. Su miembro exhausto, desflemado y cubierto de las mieles de Venus le confirma que ha sido víctima de un poderoso encantamiento de Vickyclaus y, persuadido fácilmente a administrar una larga noche de pasión, ha sido despojado hasta del más mínimo recuerdo de la misma, su memoria ha sido demolida por el poder de su amante quien, sin piedad, ha reservado para sí la conciencia y el recuerdo de los placeres de toda la noche, y también sin duda el poder para devolverle al rey la oportunidad de vivir y recordar los instantes cumbres de su existir, claros e intensos como en su primer florecer.Ahora, el Rey Guarro sabe lo que ha de pedirle a Vickyclaus.
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