Poco a poco fueron llegando los invitados a la reunión. Se trataba de pasar la tarde en el jardín de mi casa en Tarímbaro, un lugar en el que se puede disfrutar del aire puro de la Montaña de Chocolate y la cercanía de los campos de labranza más allá del río Pasto. Doktor Faust, el primero en hacer su aparición, tomó de mis manos la taza de café que le ofrecí, lo mismo que uno o dos bocadillos, y se fue a sentar debajo de la palapa, de espaldas al resto de los asientos, con la vista fija en la ya no tan lejana ciudad de Morelia. Sabía que era mejor dejarlo solo, pues el silencio es la mejor parte de su conversación. Puntual como siempre llegó el prof. Thinmar y después, como si hubieran viajado juntos, el padre Julián y su inseparable amigo, el Perverso Georg; Giannetta, Miluzc Furbazc, la bella Leopoldina y finalmente Jacobo, a quien llaman "el audaz".
Me sentía muy contento de poder verlos a todos de nuevo, después del profundo impacto emocional que la visita de Sylvia Plath al Gabinete había provocado. De hecho, lo primero que dijo el perverso Georg al saludarme fue que había comenzado a escribir su propio diario, noticia que me dejó atónito por unos momentos y que luego comuniqué a la concurrencia lleno de alegría, provocando una general aclamación. En respuesta, el perverso rostro de Georg solamente se contrajo en una siniestra sonrisa, dejando para después el ajustar cuentas conmigo a causa de mi indiscreción.
Después de los saludos y la distribución de café y bebidas, los asistentes a la reunión se enfrascaron conmigo en una discusión en cuanto a si las entregas del Gabinete debían escribirse en inglés o en español. Fue una discusión bastante confusa como para reproducirla por entero, pues en lo único en lo que todos estaban de acuerdo era en que transcribir los dichos de Thinmar en inglés, los de Giannetta en italiano, los de Georg en alemán y los míos en español dificultaba la lectura, era algo sumamente confuso, innecesario, y en general bastante mamón. Entonces propuse que, si había que escribir todo en solo idioma, fuera éste el castellano, por ser mi lengua materna de la cual me siento orgulloso y a la que amo; pero Thinmar se opuso a mi deseo, diciendo que no correspondía a la pluralidad de naciones y culturas representada en las reuniones el que se dirigiera su contenido a los hispanohablantes exclusivamente, cuando se tenía a la mano un idioma universal -para fines prácticos- que cualquier persona educada en cualquier parte del mundo podía entender. Fue más allá: "los Estados Unidos -dijo Thinmar- son el equivalente a la cultura romana de la antigüedad. Diría que somos sin más ni más los romanos del presente; si bien los territorios controlados por nuestros gobernadores y ocupados por nuestros centuriones se hallan diseminados por todo el globo, y no se limitan a Europa y Asia. De cualquier modo, no es la presencia militar lo que importa a nuestra discusión, sino la penetración cultural. Durante toda la antigüedad, y hasta hace un par de siglos, todo aquél que no hablase latín era considerado un bárbaro, y si se deseaba que un documento fuese leído por alguien ajeno al propio reino o nación debía ser escrito en esa lengua. Lo mismo sucede ahora tratándose del inglés. Puede gustarte o no, pero así es, y..."
"El Petrarca y Dante escribían en latín algunas cosas -interrumpió Giannetta- pero sus obras maestras las escribieron en italiano".
"¡Rebeldes!" Contestó el republicano un tanto contrariado por la interrupción, y luego continuó: "Los tiempos se inclinan ahora, mucho mas que antes, hacia la cultura global; y la tecnología permite que nuestro blog sea leído -el día mismo de su publicación- en Estambúl (tenemos un lector en Turquía, por si no lo saben) y en Morelia, o en cualquier otra parte del mundo".
El argumento de Thinmar era de peso, y sin embargo no me dejaba convencido en absoluto. Furbazc se levantó a por hielo, y dijo: "preguntémosle a los lectores. Son muy pocos todavía, y quizá sea una forma de motivarlos para que escriban lo que piensan, más allá de los amables saludos con los que nos animan a seguir adelante".
Palabras más o menos, aquella era la opinión más aceptada, y el tema hubiese podido seguirse discutiendo si no se hubiese escuchado la voz ronca y cansada de Doktor Faust, quien dijo: "Oaxaca". Y después de un breve silencio: "no estaría mal que hablaran de lo que está pasando en Oaxaca".
Doktor Faust sabe que yo soy Oaxaqueño, y en no pocas ocasiones me ha pedido que lo acompañe en algunas de las muchas noches en las que el insomnio lo mantiene despierto, para hablarle de mi tierra; de sus costumbres milenarias, de sus ciudades maravillosas y su comida deliciosa. Le he contado de mi familia, de mi casa frente al viejo cementerio del Marquesado, de mis viajes a pie por sus caminos resecos, por sus pueblos olvidados, y de la nostalgia desgarradora por regresar algún día. No obstante, todo sentimiento cede su lugar al coraje y a la ira ante la barbarie, el abuso y la muerte, que ahora campea por sus calles groseramente, y no en la forma dulce y habitual de mis antepasados muertos, que me reciben con amor a cada una de mis llegadas. La muerte viaja ahora en camionetas pick-up, en la presencia salvaje de los asesinos pagados por quien carece del valor para dar la cara, para sostener con su nombre la privada tiranía de los privilegiados.
Giannetta dijo entonces: “la culpa de todo la tienen los maestros. Es lo mismo que está pasando en la pobre Ciudad de México, que se encuentra como cuando las huestes de Atila entraron en Roma. Semejante desastre no lo había yo visto jamás en esa avenida tan bonita que hizo su majestad el Emperador. No me extraña que sea el objeto del odio de toda esa pobre borregada de muertos de hambre. Lo que debería de hacer esa gente es ponerse a trabajar. Sobre todo los maestros, que por su culpa el país está tan atrasado. ¡Mírelos! Nunca trabajan. Se la pasan en puentes, asambleas y paros. Y ahora sí que enloquecieron tomando estaciones de radio en Oaxaca, ¡e impidiendo que se realizara la Guelaguetza! ¡Qué imagen es la que se da a los turistas del extranjero con semejantes abusos!”
Todos sonreímos, conteniendo a duras penas las ganas de reír abiertamente. Esa era una de las razones por las que Doktor Faust la invitaba a las reuniones, es decir, para escuchar lo que una lectora asidua del equivalente italiano del “Hola!” tiene que decir sobre el tema político.
“El problema no es tan sencillo”, dijo Jacobo el audaz, sin mostrar menosprecio alguno por la opinión de Giannetta. “El conflicto magisterial es solamente uno de los muchos síntomas preocupantes de lo poco que realmente le importa al estado y a los poderes reales que gobiernan el país la educación de los ciudadanos. Como bien lo dice el profesor, entre más educado está un pueblo en explotación, más cara resulta la mano de obra. No solamente en términos económicos, sino también políticos. Honestamente, los sueldos que ganan los maestros parecen hechos a propósito para provocar conflictos que lesionen el proceso educativo. El porcentaje del PIB dedicado a la educación es deliberadamente y ridículamente bajo en relación a las necesidades del país y a lo que en otros países dedican los gobiernos al mismo rubro. ¿Harían un mejor trabajo los maestros si estuvieran bien pagados? Es un tema de debate. De lo que estoy seguro es que en Oaxaca, el hartazgo popular -y no solamente el de los maestros- en contra del dizque gobernador Ruiz es completamente justificado; y eso quedó claro desde los primeros días de su dizque gobierno, cuando comenzó por destruir el otrora hermoso zócalo de la ciudad, en lo que llamó un “plan de remozamiento urbano”; hecho a la carrera, sin permiso del INAH y en contra de la opinión pública. Ese fue el primero de una cadena de incontables atropellos de todo tipo que siguen hasta este momento, y seguirán mientras ese hombre siga en el poder. ¿Qué debe haber hecho Ulises Ruiz para merecer el odio de su pueblo en un estado acostumbrado a la miseria y a los gobernadores corruptos a más no poder? Esa pregunta debería bastar para poner las cosas en perspectiva”.
(Continuará)