domingo, octubre 08, 2006

Canción de las Esperanzas



Que compuso Juan Antonio Santoyo
para la señorita Mercedes Martínez.
México, 1996.




DEDICATORIA


Atado estoy a un destino; un misterio.
Y mi lucha es un clamor
De temores en silencio;
De hombres muertos
Y naufragios.
De almas rotas
Y pecados.

¿A donde he de ir con ello;
Tristes historias de un soñar despierto?
¿A donde ir que mi cauda de miseria
No obnubile mi radiante luz?
¿A donde llegaré; radiante y pleno?

¿No he nacido acaso de los huesos
De mis padres muertos?
Y los sudarios que sus yertos cuerpos cubrieron
¿Serán cantos que anhelan vivir más?

Y vivo absorto en la alborada de mis tiempos.
Pero acaso con temor
De dejar morir al miedo,
La nostalgia,
Y sus lunas
En mi cuerpo.

Pero; ven aquí,
Mujer que te gozas en las flores.
Espera un momento
Y no te vayas; sólo escucha
Las palabras que cantando entrego
Suplicando
Si pudiese dedicarte el sueño
Que escondido mora, y en silencio
Amarte tanto,Olvidando acaso que soy verbo
De mi propio canto.

Ven aquí
Mujer que eres playa tranquila,
Flor de vida.
Ven aquí. ¡Germina
El trigo que nos da sustento!
¡Vive Dios en un lugar secreto!
¡Y el candor que mi regalo anima,
Con agua oculta y con piedad olvida
A mi alma rota en su orfandad dormida!

Atado estoy a un destino, a un misterio.
Y mi lucha es un temor.
Y ha muerto.



I

He sido niño.
Y en un texto herido, de dolor enfermo
Me descubro amigo
Del que ayer, vencido,
Suplicaba un Dios para vengar desprecio.
Yo fui aquél.
Y un niño he buscado en mi memoria,
¡Espejo de luces recobrado! Al menos
Un momento, sin duda lo preciso,
Para hallar consuelo.
¡Pequeño niño!
¡Aún corres por las calles junto al viento!
Te busco y encuentro en esa historia
Que devora poco a poco a tus deseos.
No estás solo
Y tienes miedo,
Y despiertas en la noche sollozando,
Aterrado de haber visto, en sueños,
Tu figura sedente en un peñasco.
De pie un hombre contigo, y juntos
Ven pasar las nubes sin descanso.
Es un río, un mar de nubes; te preguntas
Cuando entonces morirás, para ignorarlo.
¡Pánico que ahoga tu alma joven!
¡Te vuelves, mas no puedes esconderte!
Y es que el hombre te ha hecho ver que, eternamente,
Sin que puedas dormitar o distraerte
Las nubes pasarán; se ha decretado.
Eres eterno.
Eres eterno, ¿lo comprendes?
No morirás, aunque estés muerto.
“¡Que no pasen las nubes de éste mar sin freno!”
“¡Que esconda mi mente de su atroz desvelo!”
“Es una frontera que alcanzar no puedo
Y llena de nada me da sus secretos.”
¡Pequeño niño!
Ahora temes a la muerte eterna.
Pues lo eterno te persigue;
No recuerdas
Que en los brazos de tu madre, que, intranquila,
Llenaba tu frente de ternura
Encontrabas la paz
La sencillez, y la inefable sensación
De estar dormido.
¡Pequeño niño!


II

Espero.
Y en la esperanza encuentro ya
Tu andar secreto.
Tu balancear de amor a la deriva.
El tierno roce de tu falda, altiva flor
Que bajo el sol suspira.
¡Tan blanca es tu sonrisa que me deja ciego!
Y quisiera creer, pero no puedo,
En un tiempo que llegue
Sin despedirse luego,
En un monte tranquilo,
En un carro de luz,
¡En un beso de amor
Para llevar al cielo!
¡Tan dulces son tus manos que besarlas quiero!
No será menos tu cuerpo, para besarlo entero.
Y encontrar en ello el perfil del cielo
Y la luna llena bañando tu pecho.
¡He sido robado del tranquilo valle
Donde tantas veces te soñé despierto!
Y vago intranquilo
Buscando sediento
El venero santo de tus aguas pleno.
Y así espero.
Y en la esperanza encuentro ya
Tu andar secreto
Y tu voz que canta
Todo el tiempo.


III


Me recuerdo de pie
En una plaza,
Donde el sol daba voces de alegría,
Donde globos, dulces, panes, nieves,
Frescas aguas y labios de sandía,
Precipitan en el tiempo
A todo aquello que mis padres,
Y hablo aquí de los padres
De mis padres y quizá sus padres;
Miahuatecos cuyo idioma no comprendo
Azorados y felices contemplaron cada día.
Por que la historia que renace aquí en mi vida,
Es un libro eterno de sagrados bordes,
No es un lento andar
Por caminos con desérticos lugares
Ni sus nubes, ni sus cielos sobre valles.
Pues camino sin descanso por las calles
De la ciudad levantada en piedra verde,
Y en mí siento vivir la esperanza vehemente;
Del que vivir espera
Nuevamente.


IV

¡Una canción de amor!
Adivino la marimba tras las flores,
Las maderas, los olores; vendedores
Con mil cosas que se acercan insolentes.
Yo soy el que juego con las notas en el aire
Y con gritos mis anhelos se confunden;
Con razón, aquí en mi tierra,
Los que el canto viven
No temen a los truenos por la noche;
Sus desvelos son de amor y son de vida,
Son de recios licores, negros moles
Y furiosas danzas en los montes.
¡Todo esto quisiera yo ofrecerte,
Para darte, tierna niña, regocijo!
Tanta vida, tanto amor, tanta alegría
Que un poema ya no puede contenerlo.
Quizá será también melancolía,
Pues las ollas bien conocen sus hervores,
Soy la tarde que en los cerros viejos pinta
Sus doradas caudas vivas y sus ocres.
¡Canción de amor que llegas a mi vida
Borrando el polvo gris de mis senderos!
El triste caminar de un misionero
Que sin valor renuncia y cruel depone
Sus sagrados deberes, y sus dones.
Mi voz es la voz del que renace
Bajo el peso de su propia sed de culpas
Y al caer, al saber ya la fe perdida
Se hace fuerte en sus baluartes,
Sus pendones.
¡Una canción de amor!
Yo la escucho sintiendo una caricia,
Acércate, mujer,
¿Por que me miras?
Tus ojos son los mismos
Que he visto en los niños,
Y tus hombros la nieve
De un volcán dormido,
Ven aquí,
Mujer que te gozas en las flores,
Ven y dame tus cantos,
Tus dolores,
Ven a hacerme feliz
Con tus amores.


V

Ésta es la canción de las esperanzas.


Porque atado me hallé
Y me siento libre.
Porque con mi cargar incesante
Vi un lugar de paz, y de dulzura.
Y se me ha dicho:
“Ve hasta él y busca bien el poseerlo,
Pues herencia es para ti un paraje de hermosura.”
Yo lo he visto con placer, embelesado,
(Pues comprendo el por qué de su existencia)
Es inmenso, es divino y es eterno,
Es un verde huerto henchido de ternura
Donde al centro se levanta una eminencia,
Es una tumba. Si;

Y sobre ella una roca, que la cubre;
Dando humilde un breve texto que sucumbe
bajo el peso de los años en silencio:

Atado estoy a un destino, un misterio;
Y mi lucha es un clamor
De temores en secreto;
De nostalgia
Por hombres muertos
Y naufragios.
De castigos,
Y pecados.


Esta es la canción de las esperanzas.
Sept. 1996.

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Irgendwo auf der Welt
fängt mein Weg zum Himmel an;
irgendwo, irgendwie, irgendwann.